Por: Alejandro “El
Profe” Bohórquez
#ElProfeDelMetal
Un saludo metalero. Ya terminando
semestre con cierta melancolía, ya que la clase de Música Extrema no se vuelve
a dictar hasta julio 2020 (y quien sabe qué pueda pasar); a la vez con la
alegría que trae tener nuevas ideas y perspectivas que solo son posibles en un
aula de clase, en la discusión con los alumnos. El día anterior a escribir
estas líneas, me encontraba dictando la única clase que prefiero tener a puerta
cerrada en todo el semestre, que es la de Ideologías Extremas, donde se analiza
principalmente la aparición de discursos políticos altamente militantes, como
el nazismo o el comunismo y demás ideologías totalitarias, en la Música Extrema
y géneros musicales afines. Durante la investigación, no pude evitar observar
ciertos paralelismos que se vienen dando dentro del campo de la música y las
artes en general, más aún cuando nos encontramos en una temporada electoral
bastante controversial y preocupante.
Siguiendo con el anecdotario,
recuerdo que una de mis principales motivaciones para entrar a una facultad de
Ciencia Política era aprender las distinciones entre las distintas ideologías y
teorías políticas, y a eso dediqué buena parte de mis primeros semestres con la
ventaja de que hoy dicto la clase sobre ideas políticas. Con el tiempo, pude
identificar cómo las ideologías políticas en cierto modo reemplazaron el papel
social de la religión a partir del inicio del modernismo, y esto es, brindar
respuestas sencillas a las grandes preguntas trascendentales que solemos
hacernos los seres humanos, tanto así, que el siglo pasado es recordado por muy
buenas razones como un constante conflicto ideológico. Es más, hoy en día
persiste vivamente la idea de que necesariamente se debe tener una ideología, y
a varios les es incomprensible el que no se tenga, no muy distinto al creyente
que niega que pueda haber gente atea (“¡¡USTED EN ALGO TIENE QUE CREER!!”), y
ya antes he recibido lamentos plañideros al soportar mi postura frente a
aquellos que creen que solo se puede ser rebelde si se abraza una causa (el
rebelde sin causa sigue siendo tremendamente problemático para ambos lados del
espectro).
Dicho esto, quisiera
comenzar con lo premoderno y hacer alusión al más comentado, criticado,
vilipendiado e insultado de mis videos, en el cual participo en una discusión
sobre la existencia de Black Metal cristiano. Por supuesto, muchas de las
ofensas van hacia el lado cristiano, y con toda razón; complementando a lo que
digo en este debate sobre la neutralidad de los sonidos y que por ello
cualquiera puede cantar lo que quiera encima de estos, pero la música sí es
algo socialmente construido, y el Black Metal precisamente busca evocar todo
aquello que el cristianismo repudia desde sus mismos sonidos, así que el Black
Metal cristiano es como un Reggae neonazi. Pero no es de sorprenderse, tenemos
versiones cristianas de todo lo que se supone el cristianismo está en contra, o
criticó en algún momento, y así toca hacer la filtración de todo este material
no pedido y que solo está hecho para que los seguidores del nazareno no sientan
contradicción entre creencias y gustos ¡incluso hay porno cristiano!
En cuanto a la clase de
ayer, uno de los casos tratados es la aparición del NS Black Metal, que como su
nombre lo indica, sin ambigüedades abraza ideales fascistas y neonazis, y los
incorpora a la filosofía y el sonido del Black Metal. Si bien es cierto, que al
buscar imaginarios que le sean molestos al resto de la sociedad varios géneros
extremos se han apropiado de los recursos del arte totalitario, desde la provocación
Punk, el pastiche Industrial, y la exploración del lado oscuro por parte del Metal;
también resulta incongruente y contradictorio que en el Black Metal, de por sí
el género que lleva el individualismo romántico del Metal a sus máximos
extremos (otro de los cabezazos de este semestre), más allá de mostrar una
fascinación por la maldad percibida en este tipo de ideologías, se muestre una
fidelidad a éstas, siendo que son ideologías que ponen al colectivo por encima
del individuo, y a todas luces son una muestra del borreguismo que tanto dice
atacar. De igual manera, el que haya una “respuesta” a este tipo de bandas
creando un Black Metal “Rojo y Anarquista” lleva a la misma contradicción, y
solo es la otra cara de un mismo problema.
Y he aquí donde encuentro
la similitud, al tratarse de productos que buscan ya sea resolver las
contradicciones en gustos de sus adeptos o bien explotar un mercado latente, en
mi ignorancia no creo que un cristiano devoto encuentre gozo en las disonancias
del Black Metal, o que un fascista acérrimo encuentre placer en los derivados
de lo que alguna vez fue “arte degenerado”. Aún así, es posible encontrar:
Punk, Heavy Metal, Techno, Hip Hop, Folk, Gothic, Gabber, y cualquier otro
género musical que haya sido parte de un auge juvenil, tanto cristiano como
neonazi, haciendo que también se vea como un evidente intento por ambas partes
de cooptar cualquier manifestación de este estilo. Adicionalmente, algo que
también es similar en ambos casos es que el 99.99% de lo que sale bajo estos
sellos es de muy mala calidad, al poner el discurso por encima de la música,
logrando afortunadamente que sea fácil identificarlos.
Yendo más allá, el núcleo
de todo este asunto está precisamente en que la postmodernidad admite este tipo
de cruces sin inmutarse, y su fenómeno hermano, la globalización, da para que
se den este tipo de conexiones ideológicas y comerciales. No es de extrañarse
que en estos últimos años tan turbulentos la gente vuelva a aquello que le provee
una respuesta y un regocijo, por ingenuos que estos sean, y ha sido claro en
más de una ocasión en la historia que pegarse a la histeria de las masas es una
forma fácil y eficiente de librarse de cualquier responsabilidad intelectual. Si
en serio se busca hacerle pistola a la sociedad y su habitual borreguismo, de
pronto no es lo mejor pegarse a doctrinas que buscan uniformidad y se basan en
una figura líder, y quizás sí mostrar cierto distanciamiento y un verdadero ojo
crítico. Hasta entonces, los dejo que me voy a seguir a James Dean.
¡Cuernos arriba!
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