Por: Alejandro “El
Profe” Bohórquez
#ElProfeDelMetal
Un saludo metalero. Últimamente
en la correspondencia que he sostenido con otros profesores e investigadores de
Música Metal me preguntan por bandas colombianas de Folk Metal que toquen el
tema indigenista, a lo cual no puedo dar una respuesta inmediata al no ser fan
ni del Folk Metal, ni de los indígenas. Además de esto, en el artículo de
investigación que presentamos junto con mi asistente para la revista de Estudios
de Música Metal, y fue rechazado, entre los comentarios de uno de los pares
estaba el hecho que no se consideró el tema indígena o el tema del conflicto
interno, a pesar de que especificamos desde un principio que en la escena
bogotana ese tipo de temas inciden tangencialmente, en el mejor de los casos. Aunque
no me gusta caer en victimizaciones, y mucho menos las más extendidas, no deja
de causar cierto recelo el retrato parroquial que se hace de este país, como si
sus habitantes estuviésemos en la obligación de reivindicar ciertos aspectos
culturales, cuando nuestra historia ha sido distinta, o como si no quisiéramos al
mejor estilo metalero mandarlo a la porra y crear otra voz.
Entendamos algo, en este
pedazo de lote del otrora Imperio Español que dieron por llamar Colombia, el
tema indígena no es tan claro como en otras zonas del continente donde los
grandes imperios precolombinos dejaron una huella bastante fuerte, o la
agresividad vista en los grupos del más al sur que casi llevan a su exterminio.
No se trata de negar los procesos de conquista y mestizaje que se dieron a lo
largo del continente con la llegada de los españoles al continente, como
pretenden algunos, o caer en los ánimos revanchistas del otro lado, que también
caen en un discurso parroquial al retratar a los indígenas como “buenos
salvajes” al mejor estilo de Rousseau. Aquí lo que intento decir es que tuvimos
nuestro proceso particular, y me aventuro a decir que acá en Colombia aún vemos
predominantemente a la población indígena como un “otro” exótico con el cual
hemos construido nuestra identidad social, la cual hay indicios tiene que ver más
con la población semítica de la antigua iberia que con Occidente o los
indígenas (para dolor de algunos morenazis).
Es en este instante que
el Folk Metal puede entrar a dar una voz interesante a la discusión, al ser el
género que se apropia de ese pasado místico evocado por los primeros románticos
ante el avance de la Revolución Industrial. Como dije, este género me es el
menos interesante al preferir la ruptura y evasión más en el presente de los
demás géneros, o incluso las escapadas futuristas del Industrial y la
Electrónica, además de la idealización que suele hacerse del pasado y la
manipulación de la historia (disciplina indispensable para todo
internacionalista); sin embargo, en un país como Colombia hace que salte a la
vista la confusión existente frente al tema de nuestros orígenes ¿deberían las
bandas de Folk Metal colombianas apropiarse de las temáticas e
instrumentaciones de los pobladores prehispánicos locales? De ser así ¿A cuáles
de esas poblaciones indígenas deberían acercarse? (Reto significativo, al no
quedar muchos registros) ¿O más bien el Folk Metal en Colombia debería
acercarse más a las músicas andinas o caribeñas? No es tan claro.
A todas luces, el Folk
Metal cumple su función como respuesta al concepto ambiguo e imperante de Globalización,
que entre las múltiples acusaciones que se la hacen es la de homogenizar a toda
la población mundial bajo los valores de Occidente: liberalismo económico, y
algunas voces alegan, el cristianismo. De ahí, que la gran mayoría de bandas de
Folk Metal usen como inspiración las sociedades precristianas que les son, o
creen que les son propias, como resistencia ante tal proceso homogeneizador, yendo
desde un acercamiento y fascinación por esa cultura, pasando por la apropiación
y reclamo de esa misma cultura, hasta usarla como vehículo para ideologías
políticas extremas. Paradójicamente, de no ser por la alta difusión de
información propia de la Globalización, muchos ni nos enteraríamos de la
existencia de tales sociedades y culturas, y las reinterpretaciones que se les
han hecho. Agregaría a esto, que fue en los albores de la Globalización que
Colombia pudo participar en la creación de géneros musicales extremos, y es por
esa difusión de información que hoy se maximizan o se minimizan.
En fin, quizás sí
deberíamos enfatizar en nuestro artículo el elemento “edzótiko” que hace al Metal
colombiano más colombiano, o mejor aún, aclarar cómo ese abordaje hacia un “otro”
es precisamente uno de nuestros sellos distintivos. No sobra decir, que desde
el subgénero que abordamos en nuestro artículo, el Brutal Death Metal, existen
bandas que toman la parte sangrienta del proceso de conquista para satisfacer
la estética violenta propia de dicho subgénero (por protesta, fascinación o
ambas). De vuelta a la idea inicial, respetando la libertad de todas las bandas
de tocar y utilizar los conceptos, ideas y temáticas que quieran, el Folk Metal
local tiene un trabajo interesante por delante, si en serio quiere ir más allá
del mero panfleto. Yo por mi parte haré mi labor como fan de decidir si las
producciones son de mi agrado o no, a lo cual de una vez advierto con algo que
dije cuando alguien intentó manipularme emocionalmente para cambiar mis gustos
musicales: afortunadamente no soy planta para necesitar raíces.
¡Cuernos arriba!
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