Por: Alejandro “El
Profe” Bohórquez
#ElProfeDelMetal
Un saludo metalero y bienvenidos a este nuevo espacio.
Estamos una vez más ad portas de una nueva década y eso suele traer una suerte
de preocupaciones, siendo el caso más notorio hace 20 años con cambio de
década, de siglo, y de milenio. Las expectativas eran altas como también las
ansiedades, no por nada una de las películas más recordadas de 1999 es Matrix,
en pleno crecimiento del internet comercial, la postmodernidad y la
globalización como paradigmas de moda. En una nota personal, encuentro curioso
que en lo que va de este año se haya dado mi reencuentro con la música
Industrial como lo mencioné en la columna pasada, lo cual sumado a mis cambios
importantes en esta década (saqué un pregrado, una maestría y me hice docente
en estudios políticos y afines), me da para pensar sobre este género musical y
los fenómenos sociopolíticos que se viven actualmente, más ahora que bandas
como Front Line Assembly sacan nuevos trabajos.
Es importante señalar que,
desde la Revolución Industrial, la misma que ha signado desde hace 200 años la
idea de que “todo es plata”, la máquina que reemplaza a los seres humanos ha
causado miedo a la vez que fascinación (Mary Shelley da buena cuenta de eso). Esta
mezcla de miedo y fascinación es bastante evidente en el Industrial y todas sus
derivaciones, por cuanto fue llevar un paso más adelante la idea del Punk de
hacer ruptura de lo establecido por la sociedad, pero en vez de utilizar las
herramientas musicales de dos décadas antes, mantenía la mencionada ruptura al
utilizar nuevas tecnologías musicales; como tampoco es coincidencia que se
presentara en lugares golpeados por los avances tecnológicos, tales como la
empobrecida Sheffield a causa de la postindustrialización, o la Berlín Occidental
en eterna obra gris de postguerra. De igual manera, dentro del Industrial se
puede evidenciar esa fijación paradójica al utilizar sonidos futuristas que
acompañan letras alarmistas sobre los avances tecnológicos del momento, o la
apropiación del imaginario totalitario utilizado por Laibach, Nitzer Ebb y
bandas similares como modo de denuncia ante el mismo, que en varios casos se
han dado interpretaciones lineales, lastimosamente.
Por este motivo, no tengo
ningún reparo de incluir al industrial entre las músicas extremas, debido a ese
corte tanático que posee, siendo además el género que se regodea en el lado
oscuro del futurismo, a pesar de sus raíces experimentales y su mayor cercanía
a lo que se considera la categoría musical rítmico-energética (aquella hecha
para bailar). No obstante, aquí se pueden encontrar otros paralelismos con las
músicas intenso-rebeldes, por cuanto a los volúmenes y las distorsiones
utilizadas en los sonidos industriales, sumado a los ritmos pulsantes que
caracterizan a este género que ha hecho su impronta en piezas clave de la
Música Extrema como From Enslavement to Obliteration o Deathcrush, y que
llevaron al híbrido del Industrial Metal. Tampoco puedo dejar de lado el tema
de la hipermasculinidad tan prevalente y acusado en lo intenso-rebelde, que es
un rasgo marcado y estudiado tanto en el Industrial, como en el Heavy Metal y
el Punk.
Por supuesto, no puedo
negar el impacto emocional que me produjo el auge que tuvo el Industrial Metal
a mediados de los 1990, y que es comprensible como toda moda que haya generado
fuertes rechazos al día de hoy. En mi caso, el Groove Metal imperante no me
despertaba mayores emociones (sigo prefiriendo el tupa-tupa), y mucho menos las
tonadas melódicas y sinfónicas que abundaban hacia fines de esa década dentro
del Metal y el Punk, como lo eran los insípidos Skate Punk o la escena de
Goteburgo; por lo tanto, el Industrial Metal logro satisfacer las ganas de
escándalo de un adolescente impresionable. Por supuesto, había cosas malucas
como Static X, Orgy o Powerman 5000, a otros se les acabó la gasolina como a
Marilyn Manson (¿Nicholas Cage?) o decidieron tomar otros rumbos como Nine Inch
Nails, pero también permanecen los grandes como Ministry, Skinny Puppy, KMFDM, Godflesh
o Killing Joke. Curiosamente, Salva Rubio señala a 1999 y Matrix como el inicio
del fin para el Industrial Metal, y es esa la pauta que creo que ha marcado
estas últimas dos décadas.
En efecto, no solo el
Industrial y el Industrial Metal no trae la misma fuerza de antes, sino que a
veces pareciese que desapareció del todo (pero el que busca, encuentra), y como
lo refiere el autor español, hoy en día con el ciberespacio y la virtualidad
somos uno con esa máquina que antes nos espantaba. Contrario a lo que se pensó
en siglos anteriores, no tenemos un mundo mecanizado y maquinizado, pero los
avances en materia de software son cada vez más asombrosos, y como especie ya
no cuestionamos el que estemos todo el tiempo conectados a una máquina, es más,
algunos como yo entramos en crisis si no hay Wi-Fi o colapsan las redes
sociales. Por ende, es interesante cómo se difunden las histerias masivas y
teorías de conspiración, en sí, nada novedoso pero ahora más visible; hay
cambios en la gobernabilidad y la manutención del poder; y en un sistema
inundado de información somos cada vez más crédulos y facilistas. Mejor aún, ya
llegamos al estadio del internet de las cosas, humanos y máquinas estamos cada
vez más compenetrados.
En ese orden de ideas, se
puede argumentar cómo la nostalgia que nos ha azotado en los últimos 20 años es
un efecto de este fenómeno tecno-social, ya no tenemos ese futuro “chévere” que
se imaginaban aproximadamente entre 1950 y 1990, de ropa sintética y viajes
espaciales, pero si le atinaron a una sociedad más tecnificada. Debido a esta
tecnificación, pareciese que se quiere volver a esos tiempos en apariencia más
simples y “bacanos”, y así como vemos un resurgimiento de los otrora durmientes
nacionalismos y parroquialismos, podemos ver cómo dentro del Metal está de moda
el Stoner Doom, que no es más que un revivalismo del paso de los 1960 a los
1970. Pero he ahí también la paradoja, en el presente el futurismo también es
retro y nostálgico, no más observen las nuevas películas de Star Wars, y los
sonidos electrónicos que acompañaban esos viajes espaciales también se antojan
revivalistas. Menudo estanco en el que se encuentra en el Industrial.
Con todo esto, no quiero
decir que el Industrial y el Industrial Metal estén mandados a recoger, todo lo
contrario, ahora que la Música Extrema en general se encuentra en fase de
consolidación es que los cuestionamientos y los horrores de la máquina deben
ser más visibles, sólo deben ser replanteados. Yo tuve mi intento de hacerlo
con Meet Mico en una época en Colombia donde el Industrial proveyó de buenas
propuestas como Koyi K Utho, Info o Sexy Death, y tengo gratos recuerdos de
ello llegando a pensar que es una lástima que no se logró consolidar como algo
muy propio (hablando de parroquialismos, recuerden que fue la época del
Tropipop). Dicho lo anterior, no me sorprendería entonces que viésemos un auge
renovado del Industrial, así sea en forma retro, lo que si es cierto es que no
hubo un momento más propicio en la historia que éste.