Por: Alejandro “El
Profe” Bohórquez
#ElProfeDelMetal
Un saludo metalero. Es bueno
poder decir que se arrancó bien este 2020, me causa mucha alegría volver a las
aulas y retomar la enseñanza, y además de eso, por fin pude leerme Crossoverthe Edge: Where Hardcore, Punk And Metal Collide de Alexandros Anesiadis, libro
que fue lanzado en octubre del año pasado. Como su nombre lo indica, el libro
hace una extensa revisión de 504 páginas sobre el subgénero del Crossover
Thrash durante la década de 1980, sus principales bandas, aquellas que el autor
considera que son importantes y han pasado desapercibidas, otras que no
necesariamente entran en el subgénero pero fueron influyentes, y las distintas
escenas y/o bandas locales en varios países alrededor del globo. Como era de
suponerse, este documento me es de gran interés al tratarse de uno de mis
subgéneros predilectos por su velocidad, furia e impacto, y por ello, en la
columna de este mes haré una reseña sobre el mismo.
De entrada, Crossover
the Edge hace una interesante argumentación para definir qué es el
Crossover Thrash, teniendo en cuenta que su atributo principal es el cruce
entre Punk y Metal, ambos géneros provenientes de una materia primordial común
como lo son los sonidos más duros del Rock. En consecuencia, el autor toma
desde un inicio como referencia el libro This Ain't the Summer of Love:Conflict and Crossover in Heavy Metal and Punk de Steve Waksman, quien hace
un excelente recorrido histórico demostrando que el Punk y el Metal tienen más
en común que lo que los fans de ambos lados quieren admitir, desde primerísimas
bandas del Hard Rock como The Stooges, MC5 o Blue Cheer, o posteriormente
Motörhead. Sin embargo, Anesiadis señala correctamente que las bandas y escenas
referenciadas por Waksman no logran dicho cruce de una manera deliberada sino
accidental, pero no tuvo en cuenta al Crossover Thrash (ni tampoco al
Grindcore, agrego yo), que sí busca que el cruce se dé manera intencional, y
eso es lo que cubre el presente libro.
Así pues, el documento
aquí reseñado toma en cuenta a aquellas bandas de los 1980 que deliberadamente
cruzaron Punk con Metal, y no solo aquellas que tomaron el Hardcore Punk, el
D-beat, el Thrash Metal y el Death Metal (lo más extremo de ambos lados en ese
momento), sino también las que tomaron las corrientes más clásicas y setenteras
como el Punk 77 y el Speed Metal, haciendo que el concepto clave aquí sea
Crossover y no Crossover Thrash. De cierta manera, el autor deja entrever que ante
todo se trata de un fenómeno americano, ya que más de la mitad del libro está
dedicado a reseñas y entrevistas a bandas de los EEUU, donde se encuentran
grandes nombres del subgénero como Agnostic Front, Suicidal Tendencies, D.R.I.,
Corrosion of Conformity o S.O.D., algunas de referencia inmediata una vez se
entra a este campo Cryptic Slaughter o Wehrmacht, y otras referenciadas entre
las misma bandas como Life of Agony. En segundo lugar, el país que le sigue a
EEUU en espacio impreso es el Reino Unido, donde priman las bandas que
provienen del Street Punk con un sonido más metalizado como Broken Bones o
English Dogs.
Pero para aquellos que
gusten de conocer escenas distintas a las usuales, como se mencionó
anteriormente, el libro dedica un buen número de páginas para revisar las
bandas y escenas que emergieron durante la década expuesta, en distintas
ubicaciones del globo. De especial interés para mí, es la crudeza y fiereza
demostrada por bandas originarias de Brasil como Ratos de Porão, Lobotomia,
Armagedom o Skarnio, que nuevamente demuestran que el vecino país es referente
importante en la Música Extrema; las italianas Cheetah Chrome Motherfuckers o
Negazione; y que decir de Japón y sus cartas de amor a Discharge ejemplificadas
en S.O.B. o Beyond Description. Y para aquellos que constantemente se lamentan
porque a Colombia no se le tiene en cuenta, en este libro por lo menos hay un
breve aparte donde se menciona a Sacrilegio de Medellín, y la larga trayectoria
de una banda clásica colombiana como lo es La Pestilencia.
En cuanto al autor, todo
indica que esta es su primera obra escrita al no haber mayor información sobre
él, pero cuenta con el respaldo de Ian Glasper, el historiador del Punk que
tiene una gran obra sobre la escena británica de los 1980 y 1990, además del
Thrash Metal de esas islas, lo cual provee un sello de calidad. Alexandros
Anesiadis asegura haber dedicado años de investigación, haciendo revisión de
volantes de conciertos y seguimiento a bandas, y es algo que es casi imposible
de refutar siendo sorprendente la profundidad que le dedica a la gran mayoría
de bandas, además de ir logrando a través de sus entrevistas establecer los
puntos originarios del cruce entre Punk y Metal, siendo recurrentes las
menciones a los ya referenciados Motörhead y Discharge. Sumado a esto, los
comentarios personales del autor reflejan la gran emoción que este siente hacia
el Crossover, haciendo que uno se interese por buscar material de las bandas
para mínimo formarse una opinión propia, aunque este material es de difícil
consecución.
No obstante, el lunar que
uno le podría encontrar a este libro es precisamente cuando la opinión se torna
demasiado personal, empezando por el perdonable tufillo de importancia propia al
comentar los sucesos de las bandas como si él mismo hubiese estado allí, a
pesar de que en las primeras páginas confiesa haber nacido en 1981 (no solo
somos cuasi-tocayos ¡somos contemporáneos!). Donde sí se pone a ratos molesto, es
cuando lleva sus ideas políticas a flor de piel, empezando porque según él todo
el aporte del Punk es su “consciencia política”, intentando negar así todas las
bandas de Punk que no tienen un contenido político y que influenciaron al
Crossover, y que además las bandas entrevistadas afirman de manera repetida el
aporte de minimalismo, furia y visceralidad que el Punk aportó desde lo
musical, y que no todas las bandas entrevistadas son necesariamente abiertamente
políticas.
Aunque el autor asegura
que no quiere ser la policía de lo políticamente correcto, sigue este
comentario para dar largos soliloquios que develan una creencia en una
superioridad moral (muy millenial dirán algunos, muy hippie diría yo), que
es varias veces condescendiente con los fans del Metal, y ataca de ignorante a
quienes no necesariamente están de acuerdo con su punto de vista. En efecto,
algunas de las bandas que aparecen en el libro defienden ideologías extremas y
bastante problemáticas, pero ninguna de ellas es lo suficientemente influyente
dentro y fuera del subgénero estudiado, o son demasiado ignotas como para tener
en cuenta, y puede lograr el efecto paradójico de generar interés por aquello
que se quiere evitar. Esa militancia del autor también revela cierta falta de
sentido del humor y de la diversión, atacando a las bandas que asumen una
posición idiota o aquellas que utilizan el performance en su show, así como
el compañero santurrón que espera que todo se acomode a sus ideas y tenga un “mensaje”.
De todos modos, nos
encontramos aquí ante un excelente libro cuyos aciertos sobrepasan con creces
cualquier discurso plañidero, proveyéndole al lector una vital y valiosa
información sobre uno de los géneros extremos más aportantes y más
subvalorados. En lo personal, disfruté mucho haciéndole este seguimiento a las
bandas, dado que en mis primeros acercamientos hacia la Música Extrema en los
primeros 1990 fue precisamente con bandas como La Pestilencia y Suicidal
Tendencies; haciendo que para mí Metal y Punk no sean tan distantes, sino por
el contrario géneros complementarios para los fans de la música estruendosa. Por
ende, este libro tiene un lugar especial en mi biblioteca,y es altamente
recomendado para todos los fans que reconocen que se necesita tanto de Metal
como de Punk para lograr la mejor Música Extrema.
¡Cuernos arriba!